Sobreviviendo a Calderón

Se acaba un sexenio y sobreviví…

Cuando termina un sexenio se pueden pensar muchas cosas como que la economía estuvo fatal, que se cometieron muchos actos de corrupción, o que subió enormemente la inflación, que se perdió nuestro lugar en la escena internacional, que se cometieron actos viles de represión gubernamental sobre algún sector de la sociedad y sobre muchos otros temas; se puede decir tanto como se quiera, pero dudo mucho que al término de un algún otro sexenio mexicano la gente piense

“¡Vaya!, menos mal que no me mataron en un fuego cruzado; o morí por no detenerme en un retén; o me dispararon por confundirme con un narco; o me violaron cuando entraron en mi pueblo; o me asesinaron cuando defendía los derechos post mortem de mi familiar; o me asesinaron defendiendo los derechos de mi comunidad; o me masacraron defendiendo mis bosques de tala criminal; o estuve horas en la morgue apilado junto a tantos otros esperando una autopsia que nunca se dio; o morí quemado sin haber siquiera empezado a vivir; o me encontraron, aunque no identificaron, en una fosa común junto a otras decenas migrantes; o me asesinaron en uno de tanto miles de feminicidios, no responsabilizados a nadie; o robaron a mi hijo casi en mis narices y nadie sabe decirme nada sobre él; o desaparecí sin dejar rastro alguno; o fui una víctima de grupos que asesinan después de cobrar el rescate; o me encarcelaron para poder presentarme en televisión como algún jefe de pandilla o narcotraficante; o fui a dar al bote por descubrir alguna treta de mis superiores; o…

Sobrevivir a Calderón no es haber quedado con vida después de un sangriento y agresivo sexenio, sobrevivir a Calderón es voltear hacia atrás y darse cuenta de todos los horrores que hemos visto, oído y sentido en carne propia. Es leer las páginas de los periódicos, escuchar las noticias de la radio y “sentir” las demandas de los indignados, las exigencias de las víctimas, sus familiares y la sociedad en general.

Sobrevivir a Calderón es haber sobrevivido a una política macroeconómica que a los mexicanos de la calle nos ha dejado sin perspectivas económicas, que a los trabajadores los ha dejado con salarios de hambre, que a los estudiantes de todos los grados escolares, de primaria a preparatoria, ha dejado sin esperanzas de una verdadera educación, es una imagen de México que nunca creímos que podría llegar a tener.

Sobrevivir a Calderón es recorrer un sexenio maldito por sanguinario, feroz e inhumano, en prácticamente todos los ámbitos. Pero Calderón, ese mismo que una vez gritó y propagó que su peor enemigo, su némesis Andrés Manuel López Obrador era un PELIGRO PARA MÉXICO, ese Calderón que en los últimas semanas de su sexenio se ha parado el cuello inaugurando obras inconclusas y recibiendo de instituciones rastreras premios, ese Calderón piensa vivir a todo lujo en el extranjero levantándose por la mañana de una cama confortable oliendo el fresco ambiente de algún jardín lleno de flores y recibiendo poco después un delicioso café que tomará para después dirigirse a alguna universidad en donde dará cátedra a algunos jóvenes ignorantes que no sabrán que tienen frente a sí a un verdadero asesino impune que tomó decisiones basadas en su propio ego y estimulado por un cercano secuaz suyo Genaro García Luna, un Calderón que permitió la corrupción que según él mismo combatía, un Calderón que no hizo nada cuando murieron los niños de la guardería, que permitió a García Luna montar sus espectáculos cada vez que quería desviar la atención sobre otro asunto o quería destruir a alguien, ese Calderón que permitió robar a sus allegados, pasarse la ley por donde ya saben cuando se trataba de algún familiar o amigo, ese Calderón que se doblegó por completo a los gringos cumpliendo sus requerimientos sin importarle un bledo su país y su pueblo, ese Calderón que vestido de militar, aún cuando se veía ridículo, tomó en sus manos los mandos castrenses para llevar a todo un país al caos, ese Calderón que resultó ser sin más UN PELIGRO PARA MÉXICO.

Sobrevivir a Calderón no es suerte ni destino, sobrevivir a Calderón es un compromiso, el compromiso de no volver a permitir que suceda un Calderón en nuestro país, es impedir a cualquier otro que imponga sus normas a capricho, es parar todo signo de abuso. Sobrevivir a Calderón es recordar que el presidente de un país no llega a ese puesto para hacerse rico y dar al pueblo “circo”, un presidente tiene la obligación de esforzarse en conseguir para su pueblo una mejoría notable con el mínimo desgaste.

En suma, Sobrevivir a Calderón es una obligación contraída. La obligación de una vez por todas evitar otro Calderón y por lo mismo llevarlo a juicio y hacer que pague por toda la irresponsabilidad con la que actuó durante su déspota administración.

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